Después de aquellas madrugadas, poco podían importarme las espumas de los vasos entibiándose quince escalones abajo, las ventanas abiertas de par en par a las estrellas, o los cuerpos estremeciéndose en silencio y a oscuras quince escalones más arriba. Después de tantos días, de tantas noches y de tantas primaveras, los recuerdos de aquel pasado añorado ya no luchaban contra el niño escurridizo e inquieto llamado tiempo. Eran días cálidos, días de mercados y ferias, de besos furtivos y de zaguanes a media luz. Era escaparse del tiempo, de la ciudad y de uno mismo, para volver a encontrarse una vez más debajo de las sábanas, bañados en transpiración, en el único rincón compartido en que realmente no importaban las espumas de los vasos entibiándose quince escalones abajo. Y las mañanas eran inciertas, torpes y fugaces, pues sólo se veía el sol pasado el mediodía. Y el sol era tibio, y se colaba por las persianas entreabiertas buscando ojos en los que reflejarse, cuellos a los que anclarse. Y entonces era renacer, abrirse al mundo, al tiempo y a la ciudad, y recoger los vasos y las ropas y dejarse andar por las calles porteñas, por las veredas sucias de jacarandás heridos.
(lo encontré y me gustó..)
no sé si opinión. sensación. linda, pero no sé que más decir, las sensaciones son incalificables.
ResponderEliminarDede descubrió tu blog a través de un comment tuyo que respondió en Repertorioceleste...
ResponderEliminar...Cuánta melancolía amiga...
A Dede le simpatiza...
Saludo :)
Dede descubrió tu blog a través de un comment tuyo que respondió en Repertorioceleste...
ResponderEliminar...Cuánta melancolía amiga...
A Dede le simpatiza...
Saludo :)
bueno, gracias pues.
ResponderEliminary sí, la melancolía es irremediable, sobre todo en primavera.
sol, un gusto.
http://www.youtube.com/watch?v=S8NmC6em0ZA
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