carta a quien corresponda.

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algún día te vas a dar cuenta de lo triste que es ser vos.

seguramente una mañana abras los ojos, cansada de amanecer siempre en tu cama y sola, sin más compañía que una sábana revuelta y una frazada que no abriga la idiotez, y entonces comprendas, por fin, que él no te eligió.

no será una revelación, pues esto ya lo sabías de antemano. lo sabías desde siempre. pero igual tuviste la inexactitud, la osadía, la desfachatez de intentarlo. lo buscaste, creíste que lo habías conseguido y después paf! se te fue todo a la mierda, como siempre.

no conforme con esto, intentaste joderme la vida. derrumbar el castillo de naipes que durante tantos años construí y creí real. aquel respaldo que me hacía creer que el amor sincero existía, el príncipe azul estaba a la vuelta de la esquina, y que todavía quedaban finales felices por escribir. por vivir.

una vez más, no pudiste. y te dolió, te ardió por dentro la bronca y la impotencia de saber que, hicieras lo que hicieras, no tenías escapatoria: él no te quería. y te acostaste cada noche odiándolo, odiándome. maldiciendo todas las estrellas de tu cielo rioplatense, creyendo que así te curarías.

pero, ¿sabés una cosa? vos no te podés curar. tenés demasiado incorporada la locura, la insensatez, la crueldad y la malicia. a vos no te importan un carajo las personas. para vos no son más que monigotes de goma con los que jugar un rato hasta que se te pasa el aburrimiento. y después vendrán otros monigotes, otros pasajeros fugaces de tu vida. y harás lo mismo con ellos, porque no sabés hacer otra cosa.

qué insignificante tu existencia.

qué triste ser vos.



por suerte ya no existís.



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