11.5.09

sentirse domingo .



y todavía sigue siendo domingo. aunque el único reloj de la casa insista en que el lunes ya tiene dos horas de vida, seguirá siendo domingo por un buen rato más. y más aún ahora, que descubro que se ha roto el velador (una vez más, y van..). y más ahora que charles romuald evoca a su ventanita florida a través de un disquito que da vueltas y vueltas en mi cabeza y en mi estado de ánimo.

porque si algo hay de cierto en todo esto, es que los domingos poseen su propia idiosincracia dentro del sistema métrico semanal. a mí no me van a correr con cuentos de subjetividad y resaca: el domingo se siente domingo. empero todo intento de evasión, de ruptura de la rutina dominical, de diversión, de alegría, de livin' la vida loca.. el domingo es melancolía, pura. en este caso, melancolía de arrabal.

y todas las noches de domingo son iguales. desde que tengo uso de razón, las recuerdo igualitas. aunque los primeros años fueran mirando a tato bores y comiendo los spaghettis en familia. aunque los que vinieron después fueron de deberes escolares y sopita-y-a-la-cama. y más aún, después fueron de primeras resacas, corazones rotos y techos que giraban sin entregar respuestas. hoy son solitarios. solitarios y aún con resacas, corazones rotos, deberes académicos, y sin respuestas.

así brille el sol en lo más alto de las cúpulas del cementerio, o en plaza francia vendan panes calientes rellenos, y la gente se amontone por ver una marioneta que baila hip-hop, y el trovador de siempre siga desafinando la misma (siempre la misma) nota de óleo de una mujer con sombrero, los domingos se sienten dolorosamente bellos. es el dolor de la certidumbre de que se termina algo. de que lo que viene es más de lo mismo. un nuevo lunes, una nueva semana, blé.

y leer cada domingo lo mismo. y ponerse el mismo saco, y prender el mismo sahumerio. tomarse el mismo té de rosa mosqueta y escuchar milonga sentimental tantas veces hasta alucinar, y creer ver a tus abuelos bailándola un poquito más allá. mirar por la ventana y saber, con esa certeza que proviene desde las entrañas mismas, que las noches de domingo no son como las demás. que los cielos porteños se ponen siempre el mismo traje cada siete días. que hay una especie de complot intergaláctico, o que simplemente da la puta casualidad de que a mí se me ocurre sentirme todos los domingo igual.

igual de dominical.

1 comentario:

opiniones al respecto.. o no.