30.1.08

a una mujer .



no hay que llorar
porque las plantas
crecen en tu balcón,
no hay que estar triste
si una vez más

la rubia carrera de las nubes
te reitera lo inmóvil,
ese permanecer en tanta fuga.

porque la nube estará ahí,
constante en su inconstancia

cuando tú, cuando yo
-pero por qué nombrar el polvo y la ceniza.

sí, nos equivocábamos creyendo
que el paso por el día era lo efímero,
el agua que resbala por las hojas
hasta hundirse en la tierra.
sólo dura la efímero,

esa estúpida planta que ignora la tortuga,
esa blanda tortuga que

tantea en la eternidad con ojos huecos,
y el sonido sin música, la palabra sin canto,

la cópula sin grito de agonía,
las torres del maíz, los ciegos montes.


nosotros, maniatados
a una conciencia que es el tiempo,
no nos movemos del terror y la delicia,
y sus verdugos delicadamente

nos arrancan los párpados
para dejarnos ver sin tregua

cómo crecen las plantas del balcón,
cómo corren las nubes al futuro.


¿qué quiere decir esto?
nada, una taza de té.
no hay drama en el murmullo,

y tú eres la silueta de papel
que las tijeras van salvando

de lo informe: oh vanidad de creer
que se nace o se muere,
cuando lo único real

es el hueco que queda en el papel,
el golem que nos sigue sollozando

en sueños y en olvido.






gracias julio.

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